Hoy,
19 de Julio del 2.013, he comenzado mi andadura. Quería empezar
antes, a primeros de Julio, pero he tenido que aplazar el viaje
porque ayer estaba citado para revisión oftalmológica y eso no se
puede dejar, teniendo en cuenta la espada de Damocles de nuestra
familia con el tema del glaucoma, herencia que, a falta de dinero,
nos legó nuestro abuelo materno.
Esta
mañana he ido hasta la estación de autobuses montado en mi rucio.
Ayudado por mi hijo Federico, hemos procedido a embalarlo. Nos ha
sido imposible quitarle los pedales, lo que ha originado algo de
nervios, pero al final no ha habido problemas para llevarlo.
Estábamos dos ciclistas: el otro, un chico catalán que venía de
Barcelona e iba hasta Irún para comenzar un recorrido por la costa
atlántica francesa. Quiere llegar hasta Normandía (palabras
mayores).
El
autobús se detiene en Pamplona (cinco minutos) y en San Sebastián,
donde deja la mayor parte de los viajeros. Sobre las 3 de la tarde y
según el horario previsto, aterrizamos en una explanada inhóspita
al lado de la estación y con todo el calor del mundo nos disponemos
a montar las bicis ayudándonos mutuamente. El joven va muy bien
preparado pues lleva hasta un pequeño cargador de energía solar
para el móvil que yo no conocía. Después de despedirnos muy
amablemente, cada uno comienza su andadura por separado (foto 1).
Recorro
la ciudad un poco perdido, buscando el Puente de Santiago sobre el
río Bidasoa que es la divisoria entre Francia y España. Al final
acabo en otro puente el de Behovia. Son las cuatro de la tarde, hace
mucho calor y tengo hambre, busco una sombra junto al río y comparto
mesa (que no mantel) con un simpático paisano que me da toda clase
de explicaciones, indicándome que la isla que tenemos enfrente se
llama la Isla de los
Faisanes
y en ella se firmó
el
Tratado de Paz de
los Pirineos. Al
otro lado, a un tiro de piedra, Hendaya (Francia), (foto 2).
Como
ha llovido tanto este invierno está todo muy verde, da
gusto. Me imagino que este camino va a ser todo de color verde y azul
(fotos 3,4 y 5).
Por
fin encuentro el Puente de Santiago comienzo del camino. Saco la foto correspondiente a mi rucio junto a la placa. Seguro que si pudiera
hablar diría: “¡Joder, la que se me espera!” Lo hago yo por
él.
Seguro que una que conocí y que influyó mucho en mi vida,
hubiera dicho: “¡sarna con gusto no pica!” (foto 6)
Busco
luego el Ayuntamiento, donde suelen dar mapas y buena información.
Me atiende un guardia-funcionario, un poco corto de luces pero muy
animoso y colaborador que me da un plano, pistas sobre albergues y
coloca mi primer sello en la credencial (fotos 7 y 8)
Después
de no pocas vueltas encuentro el albergue de los Amigos del Camino
donde me atiende Maria José un simpática hospitalera de mediana
edad que se sorprende al ver en el interior de la credencial,
escritos por mí, los versos de Machado completos :
Caminante,son
tus huellas
el
camino y nada más :
Caminante
no hay camino,
se
hace el camino al andar.
Al
andar se hace el camino
y
al volver la vista atrás
se
ve la senda que nunca
se
ha de volver a pisar.
Caminante
no hay camino
sino
estelas en el mar.
Salgo
a pasear por la Ciudad y fotografío lo que me llama la atención,
por ejemplo esa estatua de bronce a tamaño natural de Pío Baroja
(era bajito como yo) con unos maceteros preciosos llenos de flores a
su derecha (foto 9) o esa iglesia tan grande que parece una catedral
(foto 10)
Me retiro pronto a descansar, el albergue está a tope. A ver que tal se da mi primera noche.