Cuando
me despierto no me encuentro nada bien, noto que me duele la garganta
y creo que tengo algo de fiebre. La causa puede ser, la cerveza fría
de Grandas de Salime o que me quedé frío al llegar a Castro, o las
dos. Me tomo una pastilla de paracetamol y otra de acetil-cisteina
que siempre llevo en previsión.
La
mañana está fría y brumosa y no nos apetece nada ponernos en
marcha, creo que mi rucio se ha contagiado de mis pocas ganas, pero
le convenzo para continuar si queremos acabar el Camino que nos hemos
propuesto.
Hermoso ejemplar de llex aquifolium. |
Desde
la misma salida a la carretera es todo subida hasta el Alto del
Acebo, llamado así por los ejemplares de este arbusto que aquí son
verdaderos árboles. Pero no solo es El Acebo, también están los
altos de Hospital y el de Fontaneira. Al descender del Acebo hemos
entrado en Galicia por la provincia de Lugo.
Llego
a Cádavo hecho polvo por el recorrido y por el trancazo que llevo.
Nada más llegar tengo un enfrentamiento verbal con una tontalaba
(como la hubiera denominado mi padre) que no ha colocado su saco de
dormir sobre la litera que va ocupar, como es norma usual, no
escrita, en todos los albergues en estos cuatro Caminos que llevo
recorridos. Cuando me dice dos veces seguidas con cierto retintín:
“¡oiga caballero!”, como es natural...me tengo que callar, y
buscarme uno de la parte de arriba, aunque un joven muy amable, que
ha visto la discusión, me lo cambia por el suyo sin pedírselo.
Según
como me encuentre mañana, igual llego a Lugo, facturo el lunes al
rucio y me vuelvo p´a casa, porque además del trancazo también
tengo problemas con una rozadura en el trasero, aunque esto parece
que va mejor con una pomadita para bebés que me recetó ayer una
simpática farmacéutica.
Donde hay generadores hay viento. Y donde hay viento está alto. |
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